Listo. Se acabó la telellorona. Después de tanto retraso, berrinche y pataleta, finalmente habemus presidente. No me parece la mejor opción, pero es lo que el país eligió. Pedro Castillo fue proclamado, por fin, ganador de las elecciones presidenciales.

Habrá que ver cómo toma el nuevo mandatario esta victoria, pues no es ningún secreto que ha sido favorecido por el voto antifujimorista. Y aquí yo me incluyo, pues como ya lo dije en su momento, para esta ya culminada segunda vuelta electoral ninguna de las 2 opciones me había convencido (no voté por ninguno de los 2 en primera vuelta). Dicho en palabras frías: Yo no voté por Pedro Castillo, yo voté contra Keiko Fujimori y todo lo que su partido representa. Y no, ambas cosas no significan lo mismo.

Porque votar por un candidato implica apoyar su propuesta, su plan de gobierno, o al menos comulgar con sus ideas. Y esto no me ha ocurrido con Castillo. Su propuesta no me convenció para votar por él en la primera vuelta, y tampoco me convence ahora. Y de su competidora, ya ni se diga. En esta segunda vuelta muchos hemos tenido que elegir, una vez más, al mal menor. Y para mí, ese mal menor era la propuesta de Castillo, aun con sus limitaciones y torpezas ya conocidas. No voté por Castillo, tuve que votar por Castillo porque ya vimos lo que su oponente (como sus congresistas y su partido político en general) son capaces de hacer cuando tienen poder.

En fin, nuestra democracia es así. Solo queda desearle éxitos al nuevo presidente, y que entienda que si la gente lo puso en la presidencia ha sido por algo. Y en cuanto a la oposición, pues esperemos que se comporte a la altura y se deje de pugnas, intereses personales y fraudes fantasmales.

Las elecciones ya terminaron. No estamos para pelearnos entre nosotros. Ahora nos toca mirar hacia adelante y trabajar todos por nuestro país.

Foto de portada: El periódico