Durante la secundaria, sobrevino una ola de participaciones en concursos académicos entre colegios. Y el mío no podía quedar atrás. Así que a alguien se le ocurrió que nos den clases de reforzamiento en matemática por las tardes, después de clases, para adquirir «más nivel» y tener una mejor participación en tales concursos.
Un cierto día, estando yo en quinto año, llegamos temprano a una de dichas clases. Como el profesor aún no llegaba, los chicos decidimos jugar una pichanguita para matar el aburrimiento, en tanto que las chicas se fueron por su lado a conversar entre ellas. Y estuvimos un rato peloteando hasta que alguien dio el aviso: El profesor ya había llegado, y estaba esperando a que vayamos al salón.
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